¡Por si andaban con el pendiente!
Aquí ando, bien gracias a Dios, trabajando y ocupada (como siempre, ¿verdad?). He estado enfocada en mejorar, no solo profesionalmente sino también emocionalmente, espiritualmente y creciendo para poder servir mejor a mis clientes. Como persona y como consejera, sigo siendo la misma (digo yo): transparente, orgánica, sin filtros innecesarios, como me gusta ser.
Hace casi un año abrí mi propio negocio (Summit Valley Counseling PLLC) … sí, aunque no lo publiqué porque uno tiene sus detallitos, como el miedo (inche miedo disfrazado de perfeccionismo) que me decía: “mejor espera a hacerlo bien.” Y bueno, uno aprende que no todo miedo es irracional; a veces simplemente viene de nuestros principios, de querer hacer las cosas con integridad y corazón. (Mi madre y padre se lucieron trabajando en sus traumas para que no me afectaran tanto.)
He estado cuidándome, cuidando a mi familia, y también aprendiendo a valorarme mucho más. Estoy empezando a poner límites saludables, a reconocer mi tiempo como algo valioso, a entender el manejo de mi negocio (que no es poca cosa), y sobre todo, a verme y valorarme como la profesional que soy. Porque sí, valgo...y valgo mucho.
He aprendido a reconocer que sí y que no, a ver con más claridad, a ser ética, profesional, a respetar y, sobre todo, a respetarme.
He sacrificado demasiado (dinero, tiempo, energía, momentos con mi familia, hasta mi paz mental en ocasiones) como para todavía dudar de mis capacidades.
¿Que no sé de números? Tal vez no, pero para eso existen las calculadoras y los contadores (benditos sean). Porque lo que sí tengo, y en abundancia, es lo más valioso en esta profesión: el corazón, los oídos atentos, la mente abierta, la calidad humana, la empatía, mis sentimientos, y sobre todo, esa llama que nunca se ha apagado...la pasión que me trajo aquí en primer lugar.
No llegué a esta carrera por casualidad ni por obligación, llegué porque había algo dentro de mí que no me dejaba quedarme de brazos cruzados mientras mi comunidad cargaba con dolores que nadie quería ver. Quise (y quiero) ser ese espacio seguro, esa pausa en medio del caos, ese respiro que hace que la carga se sienta un poquito menos pesada. Porque a veces, lo único que uno necesita es alguien que escuche de verdad, sin juicio, con el alma presente.
Y eso, ni el mejor número lo puede medir.
La carrera como psicoterapeuta (consejera) es hermosa, muy rewarding (como dicen por ahí), pero tampoco vamos a mentir: tiene sus altibajos, sus días pesados y sus momentos de replantearse todo. Pero aquí seguimos. Con más claridad, más fuerza, y mucho más propósito.
Gracias a quienes siguen aquí, apoyando en silencio. Los veo, los siento, y lo agradezco de corazón. Si a veces me desaparezco, es porque estoy acompañando procesos, planeando con intención, reencontrándome… o simplemente disfrutando lo hermosa que puede ser la vida cuando se vive presente. (Practiquén mindfulness se los dejo de tarea.)
Gracias a mi familia y amigos, quienes siempre están ahí, brindándome su amor, apoyo y comprensión incondicional. A mi esposo, quien jamás ha puesto barreras para que siga mi pasión, y al contrario, me empuja a volar, confiando plenamente en mí. Como dice la canción, sabe que siempre regreso al nido. Celebrar 15 años de matrimonio a su lado no solo es un testimonio de amor, sino también una fuente constante de motivación para seguir luchando, creciendo y desafiándome a ser mejor cada día. Él, y los frutos de ese amor que compartimos, merecen una vida llena de bienestar y calidad, y voy con todo a chingarle para asegurarnos de alcanzarlo.
Gracias también a esas mujeres hermosas que me han guiado, aconsejado y abierto puertas que yo no me atrevía a tocar sola. Gracias a ellas entendí que no estoy sola, solo estaba buscando mi grupo. Y lo encontré.
Hoy me valoro más, pongo límites sanos y camino con propósito. Porque sé quién soy. Y sé que no voy sola.
Como dice una hermosísima amiga del alma: “De esta y de todas… salimos transformadas.”
Teresita Silguero, LPC 🙈🥰😍✨️
Comments
Post a Comment